VOLVER A SER

Se despertó sobresaltado.
El sauce llorón se mecía al compás del viento. La luna llena iluminaba la habitación con sus destellos plateados. Inmerso en la soledad de la noche, intentó levantarse, pero su cuerpo no le respondía.Palpó su cabeza sin encontrarla.Buscó sus manos pero no estaban. Tan solo escuchaba el ruido incontrolable de un corazón arremetiendo en el pecho,el ahogo que desprende unos pulmones que no respiran.Sintió la ansiedad de no sentirse cuando la luna volvió a iluminar el vacío, como advirtiéndole.
Escuchó de nuevo aquella melodía. Unas notas tan tristes como familiares. Aquel ritmo acompasado calmó sus ansias por respirar, inspiró a su melancolía. Ahora la armonía ya no sonaba a música, sino a sollozo. Muy apagado, asfixiado entre sábanas perfumadas, atormentado, impotente. Entonces percibió su olor, sus manos, reconoció su cuerpo y sintió su abrazo. Quiso acariciarla y, en el intento,recobró escenas, imágenes. Aquel terrible dolor de cabeza, el ruido del parabrisas abriéndose paso entre miles de gotas de lluvia sin ver más allá del cristal. Sintió sus pupilas dilatadas intentando visualizar la carretera, advirtió su respiración fuerte, sus manos oprimiendo el volante, concentrado en lo que vislumbraría tras la densa niebla. La luz cegadora que todo lo llenaba,apareció del vacío, como salida de las tinieblas. Sin previo aviso, escuchó la bocina ensordecedora, el chirrido de las ruedas y aquella presión de cristales rotos en su cara y en su cuerpo. Sintió un escalofrío al advertir una almohada vacía. Las manos suaves, femeninas, que tantas veces había acariciado su cuerpo, ahora se aferraban a unas sábanas deshabitadas. Los labios, que tanta pasión habían absorbido, se empapaban en lágrimas solitarias. El mismo pecho, que había palpitado de puro delirio, ahora se estremecía en un llanto acompasado, interminable.
Sobresaltado, se reconoció así mismo. Camuflado en ella, en su aliento glacial, expulsaba a través de sus labios carnosos y perfectos, toda su esencia, todo su ser, los mismos que tantas veces deseó y besó. Intentó abrazarla como lo hacía durante interminables noches de amor. Percibió su soledad y sus miedos, pero ella no podía oír su voz, ni sentir el calor de sus abrazos, ni la pasión de su entrega. Cómo decirla que todas aquellas sensaciones le ayudaron a volar, a encontrar la luz, cómo expresar la gratitud, la esperanza. El sauce se erguía impertérrito,tras la ventana, dejando pasar toda la luz de la luna, robando a la oscuridad su negrura para colarse en la habitación y perderse entre las sábanas. Y como la mariposa elevando sus alas de colores, su áurea se reflejó en el espejo. Ella cerró los ojos y acarició su vientre abombado, turgente. Sintió su energía, su presencia y supo que siempre permanecería en cada poro de su alma. Una sonrisa dibujó su cara. La esperanza se reflejó en sus ojos y esta vez, él comprendió. Se bañó del resplandor para conectarse con la inmensidad del cielo. Fue en ese instante cuando olvidó quien fué para adivinar la fuerza del amor infinito. Y sintió la entrega de dar sin esperar recibir, aquella que le convirtió en un ser volátil e inmortal, buceando en sus nuevas entrañas para volver a ser.


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