La vida es un bizcocho de crema y chocolate. Mismos ingredientes pero todos diferentes, según las manos que los hacen. Los hay mediocres, buenos y sublimes. Mezclar, aderezar, aromatizar y tan sòlo los elegidos tienen ese toque que los convierte en exclusivos. Yo creo que se trata de la magia. Confiar en tus capacidades,acariciar, sentir, conquistar el espacio y hacerlo tuyo. Solo entonces sientes la fuerza para viajar hasta donde la imaginación te guíe. Los cariños se mezclan con el punto de nieve, la emoción se envuelve con la harina y la pasión se deshace lentamente, al baño maría y entonces, ocurre. La explosión y la sutileza se desparrama en el cuenco como una tormenta de verano. Como un arco iris, ilumina cada olor, cada aroma, cada parte de aquel amasijo de ingredientes que van tomando forma y la fantasía comienza a volar y te lleva a añadir esa pizca de canela o esa medida de compota, convirtiendo un postre en exclusivamente tuyo, en una parte de tí que ofreces desinteresadamente a los que llenan por completo tus días y sobre todo, tus noches. La magia no es extrovertida, ni impetuosa. La magia es muy recelosa y necesita su tiempo. Cada fase es un sortilegio para asentarse entre el punto justo de cocción y sus fragancias. La espera nunca es un tiempo perdido. Es el momento de concentrarse en el siguiente paso, saber para qué estás y por quién eres. Cerrar los ojos y degustar la vida entre aromas de vainilla y chocolate, mezclas de texturas a veces suaves, otras más ácidas. Navegar en el calor del hogar, disfrutar de tu creación y dejar volar la imaginación entre olores, sabores y texturas. Todos tus sentidos implicados en un único objetivo. Ahora tan solo queda preparar una mesa cálida y llena de color y con la misma dedicación y exclusividad, saborear pequeños trozos, que se deshacen en esa boca y en esos labios. Regalar tu inspiración, todo tu universo en la tarta más exquisita que solo el amor es capaz de crear.Si fuera capaz de entender mi vida como la elaboración de este bizcocho de la felicidad, la monotonía de los días y las noches sería menos rígida y más asombrosa y, sin lugar a dudas, este es el regalo más grande que hoy elaboro con letras y aderezo con una mezcla infinita de sentimientos.
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