¿Dudáis que la vida cambia cuando menos lo esperas? No dudéis demasiado, yo soy una prueba viviente de ello.
Te levantas cada mañana pensando en esos temas que hacen tus días cotidianos. Vas y vuelves, piensas, imaginas, luchas, duermes y sueñas con poder vivir otras monotonías diferentes. Y sin planearlo, sin ni siquiera pensar en ello, las circunstancias te obligan a tomar decisiones que nunca hubieras adoptado por voluntad propia, las que nunca hubieras planeado. Pero así es la vida, la felicidad llega cuando se pierde toda esperanza en el futuro.
Y entonces, bajo la perspectiva serena de las experiencias pasadas, eres capaz de entenderlo, puedes pasar página y comenzar una nueva historia.
Érase una vez una vida normal que se convirtió en extraordinaria cuando sintió que verdaderamente lo era. No hubo nada inusual o sorprendente, tan solo un cambio de actitud, una toma de decisiones, otra motivación y una renovada esperanza. Tan solo comenzó a tomar conciencia de lo que tenía y de lo que había conseguido, valoró su trayectoria pasada a la vista de los resultados actuales. Y en este despertar, escuchó por primera vez, sus verdaderas risas, ese amor incondicional que movió la montaña, por el que escaló todas las diferencias. Tuvo la certeza que nunca hizo la pregunta adecuada, que luchó en batallas equivocadas y comprendió, en ese momento, que sus días cotidianos, sus monotonías, entradas y salidas, pensamientos y sueños habían sido los correctos. Porque allí, estaba su victoria . Tres pares de ojos llenos de futuro, de esperanza, de lucha. Ojos que miraban a una misma dirección, a pesar de llevar caminos muy diferentes, que aprendieron a respetarse y a quererse por encima de cualquier otra cosa. Miradas que nunca estarán vacías, que siempre encontrarán, en el punto de vista del otro, apoyo total, a pesar de las diferencias. Que pase lo que pase permanecerán amarrados a este tronco de hoja caduca, a veces con frondosas ramas, otras vacío de color, pero bien aferrados a sus raíces. Y aunque, reconocerlo, le destroza el alma, desde niños, lucharon como un bloque, por pura supervivencia, aprender a sentirse y mantenerse juntos en los juegos y en los llantos.
Entonces, miró hacia su nuevo paisaje, a su inspirador mar, lleno de fuerza y de brisas marinas, plagado de esperanzas, construyendo una vida con la que nunca soñó. Observó el vuelo de las gaviotas, los retoños de sus flores, la luz del Mediterráneo. Y supo que, nunca más estarían bajo el mismo techo, pero sí bajo el mismo cielo, que a pesar de las distancias, existía un vínculo invisible por lo que, nunca podría dejarlos ir. Ellos formaban parte los unos de los otros. Y era esa su mayor victoria. Un vínculo invisible compartiendo sus vidas sin estar. Tener esperanzas en sus risas y sus llantos, llorar con ellos y reír junto a ellos. Porque ¿qué son los kilómetros para las almas inquenbrantables? Aquel que supera la sangre y traspasa el alma. El que es más importante que uno mismo y al tiempo te enseña a quererte más y a valorarte mejor.
Y sobre todas las cosas, la distancia me ha enseñado, que el camino hasta ellos, ahora es más largo pero también más intenso .Cada minuto recorrido en esta tierra, cada esperanza y cada sueño compartido son un regalo. El adiós no es más que un espacio en el tiempo. Caminamos por la vida entrelazados. Somos un suspiro, tejido de instantes asombrosos que te hacen renacer por dentro .
Hoy comprendo porqué los antiguos contaban su tiempo en lunas llenas. Yo he disfrutado de 21 inspiradoras y mágicas lunas marinas que surcan mi jardín de camino a la playa. MANGATA, esta maravillosa palabra sueca para definir el camino de luz sobre el agua, cobra un significado especial. Noches llenas de magia que dejan huella, que me hacen estremecer, obligándome a pensar exclusivamente en este momento. 21 sueños, 21 inspiraciones, 21 agradecimientos, 21 ahoras.
Déjate llevar por tu instinto y nunca dejes de esperar lo inesperado.
Te levantas cada mañana pensando en esos temas que hacen tus días cotidianos. Vas y vuelves, piensas, imaginas, luchas, duermes y sueñas con poder vivir otras monotonías diferentes. Y sin planearlo, sin ni siquiera pensar en ello, las circunstancias te obligan a tomar decisiones que nunca hubieras adoptado por voluntad propia, las que nunca hubieras planeado. Pero así es la vida, la felicidad llega cuando se pierde toda esperanza en el futuro.
Y entonces, bajo la perspectiva serena de las experiencias pasadas, eres capaz de entenderlo, puedes pasar página y comenzar una nueva historia.
Érase una vez una vida normal que se convirtió en extraordinaria cuando sintió que verdaderamente lo era. No hubo nada inusual o sorprendente, tan solo un cambio de actitud, una toma de decisiones, otra motivación y una renovada esperanza. Tan solo comenzó a tomar conciencia de lo que tenía y de lo que había conseguido, valoró su trayectoria pasada a la vista de los resultados actuales. Y en este despertar, escuchó por primera vez, sus verdaderas risas, ese amor incondicional que movió la montaña, por el que escaló todas las diferencias. Tuvo la certeza que nunca hizo la pregunta adecuada, que luchó en batallas equivocadas y comprendió, en ese momento, que sus días cotidianos, sus monotonías, entradas y salidas, pensamientos y sueños habían sido los correctos. Porque allí, estaba su victoria . Tres pares de ojos llenos de futuro, de esperanza, de lucha. Ojos que miraban a una misma dirección, a pesar de llevar caminos muy diferentes, que aprendieron a respetarse y a quererse por encima de cualquier otra cosa. Miradas que nunca estarán vacías, que siempre encontrarán, en el punto de vista del otro, apoyo total, a pesar de las diferencias. Que pase lo que pase permanecerán amarrados a este tronco de hoja caduca, a veces con frondosas ramas, otras vacío de color, pero bien aferrados a sus raíces. Y aunque, reconocerlo, le destroza el alma, desde niños, lucharon como un bloque, por pura supervivencia, aprender a sentirse y mantenerse juntos en los juegos y en los llantos.
Entonces, miró hacia su nuevo paisaje, a su inspirador mar, lleno de fuerza y de brisas marinas, plagado de esperanzas, construyendo una vida con la que nunca soñó. Observó el vuelo de las gaviotas, los retoños de sus flores, la luz del Mediterráneo. Y supo que, nunca más estarían bajo el mismo techo, pero sí bajo el mismo cielo, que a pesar de las distancias, existía un vínculo invisible por lo que, nunca podría dejarlos ir. Ellos formaban parte los unos de los otros. Y era esa su mayor victoria. Un vínculo invisible compartiendo sus vidas sin estar. Tener esperanzas en sus risas y sus llantos, llorar con ellos y reír junto a ellos. Porque ¿qué son los kilómetros para las almas inquenbrantables? Aquel que supera la sangre y traspasa el alma. El que es más importante que uno mismo y al tiempo te enseña a quererte más y a valorarte mejor.
Y sobre todas las cosas, la distancia me ha enseñado, que el camino hasta ellos, ahora es más largo pero también más intenso .Cada minuto recorrido en esta tierra, cada esperanza y cada sueño compartido son un regalo. El adiós no es más que un espacio en el tiempo. Caminamos por la vida entrelazados. Somos un suspiro, tejido de instantes asombrosos que te hacen renacer por dentro .
Hoy comprendo porqué los antiguos contaban su tiempo en lunas llenas. Yo he disfrutado de 21 inspiradoras y mágicas lunas marinas que surcan mi jardín de camino a la playa. MANGATA, esta maravillosa palabra sueca para definir el camino de luz sobre el agua, cobra un significado especial. Noches llenas de magia que dejan huella, que me hacen estremecer, obligándome a pensar exclusivamente en este momento. 21 sueños, 21 inspiraciones, 21 agradecimientos, 21 ahoras.
Déjate llevar por tu instinto y nunca dejes de esperar lo inesperado.
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