CON MIEDOS

Hoy,es una nítida noche, el cielo es tan claro que distingo a la perfección el cinturón de Orión. Manu, me enseñó a reconocerlo. Esos tres puntos brillantes alineados en linea recta, casi equidistantes, parecen interpretar una coreografía. Me encanta observar este cielo. Aquí,se ve de otra forma, más lleno de estrellas, más arqueado. Se confunde con la negrura del mar en la noche.Los aromas a jazmín, la brisa silenciosa, los sonidos de las sombras, ya no me asustan. Respiro hondo y se que ya estoy aquí, que he llegado para quedarme, para hacer un hogar de este paraíso, para recuperar paz y tranquilidad, para comenzar a creer que los sueños están más cerca de lo que pensamos y que ser feliz no es cuestión de cantidad. Respiro, por fín, y no me ahogo, sonrío y no me estrangulo, miro a mi alrededor y veo luz y color. Ahora escucho y me oyen, hablo y no hay críticas y me vienen a la mente sólo proyectos, ganas, propuestas, aspiraciones por rehacer el abandono, por revivir de las cenizas. Ahora hay un lugar y soy capaz de imaginar un futuro palpable, sencillo pero completo. Entiendo a mi intuición, le sigo, respeto sus señales sin excusas. Comienza un nuevo año, nuevo ciclo, nuevos acontecimientos, hay muchos indicios, casi imperceptibles, son tan minúsculos como un grano de arena de esta playa pero, con cada leve inciso, me avisan de mi tiempo. Ahora sí y por fin he llegado para quedarme. Esta noche las estrellas brillan con fuerza, acompasadas con mis pensamientos, susurran, me dan la bienvenida. Esta noche me acostaré pensando en mañana y despertaré para continuar llenando mi vida de imaginación y de esperanza. Setenta días pueden parecer un instante y una eternidad al mismo tiempo. Setenta días ¿qué son en una vida? pero también puede ser millones de instantes de optimismo, miles de eufóricos segundos, centenares de sonrisas, decenas de exultantes momentos de luz y una sensación permanente de armonía en forma de melodías, charlas y miradas. Entre tantas sensaciones placenteras y tan nuevas para mí, se cuelan otras irremediablemente menos armoniosas, son pensamientos disonantes que no puedo eliminar de mi vida. Son las que siempre se han escurrido entre mis dedos impregnándolos de esa viscosa y oscura sensación que produce la culpabilidad. Mi actitud, a veces, recobra su estado natural y vuelvo a dudar y a tener miedos. Siento fracaso y pérdida y mi cuerpo enferma de impotencia porque sigo sin tomar las decisiones importantes de mi vida, decisiones que afectan a los que más quiero. No puedo amontonar la carga, simplemente tengo que deshacerla. Tiene que haber una forma, debo encontrar una salida para todos. porque mientras que no cierre las puertas, sentiré arrastrando mi culpa. Entonces, vuelvo a observar la noche y todos estos estridentes pensamientos se desvanecen, por un instante. Solo setenta días y ya consigo controlarlos. Este año va a ser intenso, permanente y cambiante, delirante y placentero, 365 días para compartir, un año para cerrar, definitivamente puertas, por fín.


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