DECIR "NO"


Él se bebió toda su energía. Sorbo a sorbo. Día a año.
Como si absorbiera una bebida a punto de congelación y el dolor recorriera desde la cuenca de los ojos hasta las entrañas.
Ella lo permitió. Casi sin querer. Sin pensar. Casi sin sentir.
Y en ese dejarse llevar, dejó de ser.
Se sumergió en un letargo de cuento hasta  comprender que los príncipes azules no nacen y que, su única salvación, era encontrarse a sí misma.
Necesitaba dejar de pronunciar "SI" cuando simplemente era "NO".
Dos letras innombrables, un millón de preguntas silenciosas.
Tocó fondo y sin nada que perder, pronunció su primer "no" y comenzó a despabilarse.
En el siguiente,  incitó sus sentidos naturales y pudo reconocerse en su reflejo.
Después, llegaron otros, agudizados por la sonrisa que provoca ser, sentir palpitar un corazón, escuchar ese caminar lento pero seguro.
Fue entonces cuando, todos los "NO", se sublevaron y comenzó a existir.



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