COMPLICIDAD

Complicidad.
Cada una de sus letras  tienen un significado propio. 
No se molestan las unas a las otras, no interfieren en sus caminos, pero sus esbeltos trazos, se observan, se entienden sin palabras, se entrelazan solo con sus gestos.  Si no fuera por esa "M" puñetera, larga, interminable, como infinita que no acaba de unir lo que parece tan evidente. Aunque todo depende del cristal con que se mire, ya sabes, "lo del vaso medio lleno o medio vacío". Te propongo que observes el vaso medio lleno y mires a través de un cristal transparente. Quizá, frente a tí, observes ese puente tendido, esperando siempre a que lo cruces, paciente, inalterable, confiando. Acéptalo tal y cómo es.
Efectivamente, a estas alturas del camino, el cansancio hace mella y la moral está por los suelos, parece que llegas al último trazo y otro obstáculo. La "P", abrupta, casi infranqueable, como un muro opaco, un abismo insonorizado y vertiginoso . Vuelves a dudar, te domina el terror, parece el final de aquello que nunca comenzó. Es, en estos momentos, donde tienes que sacar fuerzas de flaqueza, no pierdas la perspectiva, no mires hacia abajo, otea la vista al cielo y ¿qué encuentras? la "L", abierta al infinito, sin muros, ni paredes. Ahí la tienes, esperándote, tu Everest, con el aire más limpio. Escala tus miedos y tus indecisiones y habrás tocado el cielo. El paisaje alcanza hasta donde se pierde tu imaginación. Desde el risco, no habrá recelos, si acaso, algo de vértigo por adivinar el significado que conforman cada uno de esos trazos. Y el recuerdo se vuelve perezoso, se pierde en una memoria que asciende la pendiente. Cada paso te acerca irremediablemente a otro latido, sístoles y diástoles tan parecidos a los tuyos que te incitan a continuar hasta la extenuación. Alcanzando el final del camino, los puntos sobre las "i", no se juntan pero se sienten, se acarician alertas y vigilantes. Saben que, aunque aisladas por la media luna, no son nada la una sin la otra. Esa misma media luna, anfitriona, que ya predijo lo que iba a suceder y  abrió puertas y ventanas para enseñarnos a entender.
Parece mentira, ya hemos alcanzado  las "d", emancipadas, como plantando cara al devenir, ambas con un mismo objetivo. Un constante fluir de sentimientos tan iguales y tan alejados.  A pesar de atravesar un camino largo y difícil, "i" y  "d", vibran acompasadas, han conseguido alcanzar la cima, conscientes de su conspiración. Es el  momento en el que ponen  el punto y final para comenzar a ser,  propagándose como ondas concéntricas,  reafirmando su esencia.
Once letras,  repetidas unas, impenetrables otras,  que  se confabulen para encontrar, entre la multitud,  dos voces que la pronuncien, dos  sonrisas que la entiendan,  dos corazones que luchen.

Comentarios

Óscar Sejas ha dicho que…
Creo que a veces hay que perder el miedo a saltar al vacío. Si seguimos haciendo las mismas cosas y yendo a los mismos lugares que siempre seguiremos siendo siempre las mismas personas con los mismos miedos.

A veces saltar no es tan malo, asusta pero si lo pensamos bien ¿qué tenemos que perder? es imposible perder algo que nunca tuviste y sin embargo hay mucho por ganar.

Abrazos.
Historias entre Fogones ha dicho que…
Gracias Oski. Como siempre, tienes toda la razón, aunque algunos somos más valientes con las palabras que con las acciones. jajajja
un besazo enorme.
Historias entre Fogones ha dicho que…
Emilia gracias por tu apoyo y te respondo vía email.