ALTERABLE Y VERSATIL; LA VIDA


Me pregunto por qué el ser humano convive en un miedo constante por aceptar los cambios impredecibles e irremediables de nuestro instinto.
Por qué no superamos el sentimiento de culpabilidad al cambiar de opinión.
¿Por qué tenemos que ser distintos al entorno en el que coexistimos?
La naturaleza perdura gracias a una transformación cíclica e incesante. Las estaciones se superponen, se solapan unas a otras en una danza natural. El nacimiento de las flores da paso a la floración y en un devenir innato, se concibe la caída de las hojas que no es más que el principio de la austeridad invernal, es el anuncio de la ausencia total de calor y color, la ninfa de lo que tan solo unos meses antes eran matices y brotes de vida.
Sin los cambios de estado, el mundo tal y como lo conocemos, no existiría. El agua se transforma en hielo o se evapora perdiéndose en las nubes para regenerarse entre los ríos y los mares y volver a ser. El gusano realiza un periplo de mutación hasta llegar a extender sus alas decorativas explorando cada instante de su existencia.
Entonces, me pregunto, por qué sentimos este miedo a cambiar de sentimientos o de parecer. “Eres mi alma gemela”, “no podría vivir sin ti” “ ya te amaba antes de conocerte”. En tantas ocasiones estas afirmaciones han salido desde lo más profundo del corazón pero en muy pocas ocasiones han sido técnicamente exactas. Somos parte de un mundo en constante movimiento, versátil, cambiante. Sobrevivimos con mutaciones cíclicas e infinitas y nos guste o no reconocerlo, cambiamos de pareceres y de amigos. Nuestro cuerpo no deja de transformarse desde el momento de nuestro nacimiento hasta que dejamos de respirar. Necesitamos cambios de look, machacamos a nuestro cuerpo con cambios físicos constantes, ahora estoy gorda, ahora delgada, ahora cambio el color del pelo, me lo corto y después me lo alargo. Es parte de nuestra naturaleza, de nuestra forma de pensar y de actuar. Lo que un día nos hacía reír, otro nos hace llorar. Nuestras perspectivas pasan el testigo a otras prioridades.
Quizá es esta la razón de ir en contra de nuestra propia natura. Lo hacemos cada vez que intentamos mantener una relación o una misma opinión perdurable en el tiempo. Es imposible luchar por intentar que un amor permanezca inmutable durante 20 años. Si la relación no permuta con el discurrir del tiempo, el vínculo se debilita hasta disiparse. Renovarse o morir.
Nuestro mayor fracaso, luchar para no cambiar, pelear por mantener un imposible.
Los amores duraderos no son fruto de una reacción sino de la capacidad del ser humano de odiar y de amar, de ser capaces de entender esta mutabilidad y de respetarla. El amor longevo deja un huella tras de sí de sufrimiento por perdurar, de inclinarse al otro, de preservar el pasado a pesar de las dudas y las decepciones. Pero esta lucha por sobrevivir no es una manera de existir. Es como un pelotón de ciclistas, siempre hay uno más fuerte que los demás que encabeza la carrera y tras él siempre el segundo cuya misión es chupar rueda y mantener al resto del pelotón fuera de su alcance. Si hay perdedores y ganadores nunca aceptaremos el cambio y la relación se embalsamará.
El ser humano que limita el discurrir de sus días a subsistir estático en el tiempo,el que evita el cambio constante, convertirá su vida en algo sin movimiento, sin esencia.
¡Y la vida es tan corta! ¿No merece la pena transformarse a su paso?

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
En ocasiones,es necesario que las cosas cambien para que sigan como están. Y yo añadí: pero ¿realmente todo puede seguir como estaba o es mejor olvidar lo que se dejó atrás y volver a empezar?

Las dudas son otra constante del ser humano.
Historias entre Fogones ha dicho que…
creo que la duda es parte de nuestra vida, pero debemos saber afrontar las situaciones tal y como nos vienen y no intentar ser como eramos. yo prometo intentarlo.