DESDICHADA NAVIDAD CAPÍTULO 2
La cruda verdad es que, esa vetusta figura, deambulaba entre el bullicio para poder olvidar sus tristes recuerdos. La única certeza del color rojo era el intenso frio de la noche sobre su entumecida cara y sus agarrotadas manos y el exclusivo color blanco era el reflejo de un cabello, cada vez más canoso. Su lento caminar callejeaba con los pies bien aferrados a la tierra, sin más compañía que su sombra reflejada en los espejos.
La niebla, como sus recuerdos, se había disipado abriéndose a la claridad de la engalanada ciudad, cada vez más deshabitada. Solo quedaban los rezagados a mesa puesta y algún comerciante apurando sus últimas ventas. El reloj se acercaba a las 10 de la “Noche Buena”, para él, noche solitaria. Noche de melancólicas horas, interminables minutos y segundos en los que la alegría de otros le transportaba a tiempos más felices.
Aquella taciturna noche ralentizó sus pasos que no le llevaban a ninguna parte, en una avenida vacía de ilusiones, tan solo el sonido de sus …
La niebla, como sus recuerdos, se había disipado abriéndose a la claridad de la engalanada ciudad, cada vez más deshabitada. Solo quedaban los rezagados a mesa puesta y algún comerciante apurando sus últimas ventas. El reloj se acercaba a las 10 de la “Noche Buena”, para él, noche solitaria. Noche de melancólicas horas, interminables minutos y segundos en los que la alegría de otros le transportaba a tiempos más felices.
Aquella taciturna noche ralentizó sus pasos que no le llevaban a ninguna parte, en una avenida vacía de ilusiones, tan solo el sonido de sus …