En estos días, hacemos propósitos de enmienda para hacer
aquello que tenemos pendiente, cosas que no hemos hecho o que ambicionamos hacer.
Casi todos los primeros de año nos invade la necesidad de retos, de buscar nuevos caminos o abandonar los
anteriores. Deseos para cambiar maneras
y actitudes con los que atesorar felicidad. De levantarnos con motivos para sonreír y acostarnos recordando todo lo que hemos sonreído.
En este recién nacido 2018, yo no voy a perseguir reto
alguno.
Este año, mi propuesta es no proponerme nada.
Es dejarme llevar. Ser lo más yo que me sea posible. Que cada día descubra una nueva emoción. Seguir
a mis instintos y mis emociones. Escuchar a esa voz que me susurra historias,
personajes, imágenes, sueños y, sobre todo, luchar para hacerlas realidad.
Este año voy a priorizar las sensaciones a las impresiones. No haré promesas, sencillamente aceptaré lo
imposible. Escucharé a mi intuición, creeré lo que ella me cuente. Disfrutaré de las cosas
sencillas, los aromas comunes, los momentos insignificantes. Encuentros sorprendentes
o sorpresivos con las personas que más quiero. No importa la última vez que compartimos o nuestro último
abrazo. Porque en el corazón no existe tiempo, ni distancias. Porque siempre
estarán en mi vida. Porque los
sentimientos no saben de olvido, sólo conocen esperanzas, nostalgias y reencuentros.
Este año pienso caminar descalza sobre la arena templada, diferenciar
la estrella polar del cinturón de Orión y sorprenderme, como si fuera la primera
vez. Reconocer ese intenso aroma que desprende, en las madrugadas, la dama de noche. Dejar fluir la emoción sobrecogedora, como la que provoca una anaranjada e inmensa luna llena y su estela plateada sobre el mar.
Este año sólo escucharé el susurro que emana del alma. Le ayudaré a tomar forma para dejar de ser uno y convertirse en una multitud.
Este 2018 convertiré todos esos destellos en
acciones del cuerpo. Cada paso será un pensamiento y cada pensamiento, un pequeño
caminar hacia esa aceptación de mí misma.
Porque al fin y al cabo, de eso se trata ¿no? De encontrar
tu propia armonía, de conseguir ser feliz.
Nada más y nada menos.
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